“Mi hijo de pequeño tenía un soplo y ahora se queja de dolor en el pecho…”

 

 

L. Rodríguez Molinero.
Doctor en Medicina. Pediatra acreditado en Medicina del Adolescente por la AEP. Centro Médico Recoletas La Marquesina. Valladolid.

 

“Mi hijo de pequeño tenía un soplo y ahora se queja de dolor en el pecho…”

Cuando oímos las palabras ”soplo” y “dolor en el pecho”, las relacionamos inmediatamente con nuestra víscera más icónica, el corazón, y por tanto sentimos inquietud y preocupación, mucho más si somos especialmente sensibles a todo lo relacionado con la salud cardiaca.

Para empezar, hay que señalar que la palabra soplo como síntoma corporal, es un ruido o murmullo que se aprecia con el fonendoscopio. La sangre es un fluido que parte del corazón, sigue un camino por la red vascular y retorna de nuevo cerrando un círculo. A lo largo de este trayecto, y sobre todo en el propio corazón, la sangre debe pasar por lugares anfractuosos, como son las válvulas (Figura 1), que sometidas a impulsos de abrir y cerrar dan lugar a turbulencias. Eso es lo que se percibe con el fonendoscopio como soplo. Y más si la estructura está alterada.

Figura 1.

Fuente: https://www.bioenciclopedia.com/corazon-humano-anatomia-y-funcion-844.html.

Algunos detalles ayudan a comprender más y mejor las características del soplo, como su intensidad, tono, lugar del pecho donde es más audible, relación con la sístole (impulso de la sangre) o diástole (llenado) y relación con los cambios de posición (tumbado, de pie). Los soplos no tienen por qué ser patológicos, son los denominados técnicamente soplos funcionales, inocentes o fisiológicos. Sin embargo, cuando los clínicos percibimos un soplo, debemos descartar que no haya una patología subyacente y poner en marcha estudios complementarios que nos ayuden a asegurar que se trata de un soplo fisiológico o inocente.

Las exploraciones complementarias a las que nos referimos son: la ecocardiografía (una exploración inocua a base de ultrasonidos que examina las estructuras cardíacas y cómo se comporta la sangre a su paso por esta víscera), la radiografía de tórax (técnica a base de radiaciones ionizantes que valora el tamaño, forma y situación del corazón (que en aproximadamente uno de cada diez mil casos se localiza en una posición anómala), el electrocardiograma (prueba indolora y rápida que valora el ritmo, la frecuencia y la excitabilidad). Rara vez hay que usar otras exploraciones más sofisticadas. En la mayoría de las ocasiones, basta con la experiencia del pediatra o del cardiólogo para catalogar de funcional a un soplo sin necesidad de recurrir a estas exploraciones.

Los soplos inocentes no precisan de ningún tratamiento, y son compatibles con una vida normal, incluidos deportes de competición.

¿En qué circunstancias puede haber soplos inocentes?

  • Al nacer, se puede producir en el recién nacido, por cambiar de la circulación fetal a la autónoma, lo que se traduce en la presencia de soplos que pueden durar desde unos pocos días a varios años.
  • La fiebre puede dar lugar a aumento de la frecuencia cardíaca.
  • En la adolescencia, con los cambios inducidos desde la pubertad, como aumento de la talla, cambios hormonales…
  • En ciertas situaciones de salud (anemia, hipertiroidismo…) pueden aparecer soplos, pero no están relacionados con la salud cardiaca, y desaparecen cuando mejora su proceso de base.
  • El ejercicio físico, también puede dar lugar a soplos inocentes.
  • Ciertas constituciones físicas (tórax excavado, delgadez…).

¿Y el dolor de pecho?

El dolor precordial lo relacionamos también con el corazón. En este caso hay que tener en cuenta otras estructuras del tórax que pueden producir molestias. La piel y el tejido subcutáneo (algunas infecciones locales, como herpes), la pared torácica, compuesta por músculos y costillas (traumatismos torácicos o esfuerzos físicos), los nervios intercostales (neuritis), la pleura (infecciones), el pericardio (inflamaciones), el esófago (reflujo del estómago), la tráquea (inhalaciones o microaspiraciones), además de otras estructuras, lejanas al tórax, pueden ser causantes de molestias referidas a esa zona.

En el caso de las adolescentes, que se quejan de molestias en las mamas o pezones, pueden tener relación con uso de sujetadores no aptos, o roce del pezón con prendas interiores.

Sin olvidar el dolor psicógeno, que no es más que aquella dolencia “imaginaria” que atribuimos al tórax como lugar especialmente sensible a las preocupaciones de otra índole. En esto influye mucho la tradición familiar de afecciones cardiacas, caso de enfermedades familiares o miedos hipocondríacos transmitidos familiarmente.

Un dolor torácico exige un interrogatorio minucioso, porque nos ayuda a valorar la gravedad y el origen, y cómo vive el paciente la situación. En el caso de adolescentes, es necesario investigar (no solo preguntar) el consumo de tóxicos, como tabaco, alcohol y otras sustancias con fines recreativos, experimentales o autolíticos. La mayoría de las sustancias psicótropas pueden actuar sobre la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la conciencia.

No hay que olvidar los antecedentes familiares o personales relacionados con la salud cardiovascular. Indagar si hay en la familia datos de hipercolesterolemias, síncopes, arritmias o muertes súbitas, nos puede ayudar a atender mejor al adolescente.

Un dolor que se acompaña de algún tipo de lesiones visible en forma de enrojecimiento, vesículas o úlceras puede ser atribuido a razones cutáneas. Si es de origen óseo, es fácil que aparezcan inflamaciones en las uniones del esternón y las costillas (osteocondritis), y al presionar en la zona se produzca dolor puntual. Si sospechamos causas musculares, el paciente nos contará que aparece al hacer ejercicio o después de algún esfuerzo. Si se ha producido algún traumatismo que pudiera lesionar alguna costilla, el dolor es puntual en la zona de la lesión con crepitación local, además de inflamación y enrojecimiento.

Cuando los dolores tienen relación con la ingesta de comida o deglución, hay que pensar que la causa es el estómago o el esófago, y más si se acompaña de regurgitación alimentaria (reflujo). Si el adolescente nos refiere síntomas respiratorios en los días previos, que se acentúan con alguna posición o con los movimientos respiratorios, hemos de pensar en la pleura o en la tráquea.

Las causas cardiacas de dolor precordial son raras en la adolescencia, pero no hay que minusvalorarlas. El dolor es más punzante, puede haber mareos o incluso pérdida de conciencia (síncope); suele tener relación con ejercicio físico, esfuerzos o situaciones emocionales que provocan cambios en la frecuencia cardíaca. Los vómitos y náuseas no es raro que se presenten, así como la sensación de falta de aire (disnea). La irradiación del dolor hacia el brazo izquierdo, o el cuello es conocida por todos. En la adolescencia son más frecuentes las arritmias que los infartos, y en este caso aparecen las palpitaciones y afecciones vegetativas, como sudoración.

Merece la pena considerar que la patología cardíaca tiene un significado social y familiar extraordinario, dado que es una de las causas más importantes de alteración del bienestar. El ambiente familiar relacionado con alguna experiencia luctuosa, la frecuencia con que los medios difunden informaciones sobre la salud del corazón, y la propia sensibilidad del adolescente, hacen que ante cualquier molestia se genere una alarma innecesaria, que obligue a tomar medidas. La hipocondría, los miedos y la ansiedad de los adolescentes tienen mucho que ver.

¿Qué hacer?

Desde el punto de vista de la educación y promoción de la salud, cualquier persona puede presentar molestias y altibajos que resulten inquietantes. Por eso es necesario considerar el bienestar bajo sus tres aspectos: lo físico, lo psíquico y lo social.

Desde el punto de vista físico, debemos cuidarnos de una manera responsable: la higiene, la nutrición, el ejercicio físico, un correcto estilo de vida y el linaje nos hacen confiar en que la adolescencia es una etapa de salud donde la enfermedad en sentido clásico es la excepción, y a partir de ahí procuremos disfrutar de la edad.

Si tenemos en cuenta el componente mental del adolescente, hay que considerar las influencias de los miedos, creencias, mitos y estados de ansiedad que la propia dinámica social genera, y que puede determinar algunas vivencias preocupantes.

Desde el punto de vista social, los adolescentes están hiperconectados, y a veces sometidos a los criterios de las redes sociales, que hacen que busquen remedio e interpretaciones que tienen más de “oráculos” que de razonamientos. El uso de ciertas prácticas pretendidamente saludables (dietas milagrosas, por ejemplo) es más peligroso que el uso del sentido común y la autoconfianza.

 

Referencias

1.- Soplos cardiacos. https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/heart-murmurs/symptoms-causes/syc-20373171.

2.- Dolor torácico en niños y adolescentes. https://www.nicklauschildrens.org/condiciones/dolor-en-el-pecho.

 

 

“Mi hijo se queja de dolor en la cadera…”


 

“Mi hijo se queja de dolor en la cadera…”

L. Rodríguez Molinero.
Doctor en Medicina. Pediatra acreditado en Medicina del Adolescente por la AEP. Centro Médico Recoletas La Marquesina. Valladolid.

 

 

Las quejas por dolores articulares o musculares son muy frecuentes en la adolescencia. Las razones de la queja hay que buscarlas en el estilo de vida de esta etapa, asociada a múltiples actividades lúdicas o deportivas que inducen con frecuencia la sobresolicitación del aparato locomotor, además de malas posturas y uso-abuso de mochilas, en ocasiones con exceso de peso. Otras causas son la presencia de un crecimiento acelerado, los cambios hormonales y algunas razones endocrinológicas facilitadoras de la vascularización y metabolismo del hueso.

Para comprender bien el dolor de cadera es importante conocer su anatomía y función. Se trata de una articulación entre la cabeza femoral y la pelvis. Tiene una cápsula articular y un ligamento interno (Fig. 1), está rodeada de músculos encargados de dar movilidad a la articulación (Fig. 2) y soporta el peso que le transmite la columna vertebral. Por tanto, cualquier daño que afecte a huesos, cápsula articular, tendones o músculos de la zona, se manifestará con molestias o dolores localizados. Una consideración: en el cuerpo humano, en no pocas ocasiones, el daño producido en una zona puede manifestarse por dolores o molestias en otra zona corporal. Por ejemplo, en este caso, molestias de rodilla pueden expresar una lesión en la cadera, sin olvidar que el esqueleto humano recibe la influencia de la biomecánica para mantener el equilibrio y la función, de forma que al andar o moverse cada hueso y músculo tienen una función solidaria que permite un resultado eficaz del movimiento.

El dolor es un síntoma que hay que atender siempre, porque indica que hay un fallo en alguna función, independientemente de que afecte al bienestar físico, psíquico y social del adolescente. En una palabra, es una queja del cuerpo ante una lesión o daño orgánico o funcional. La respuesta del adolescente al dolor es muy variable, oscilando desde los que lo soportan bien a aquellos que hacen un drama y explotan el síntoma para lograr beneficios adicionales, datos que hay que tener en cuenta para la valoración y el tratamiento más ajustado a la realidad clínica y psico-social.

No vale, por tanto, minusvalorarlo. En la práctica clínica hacemos algunas preguntas para aquilatar y poder interpretar mejor la queja: ¿En qué zona de la cadera se produce? ¿Desde cuándo? ¿Qué actividad física se ha realizado en los últimos días? ¿Cuáles son las actividades deportivas? ¿Tiene dolores en otras articulaciones? ¿A qué cree que se ha debido? ¿Tipo de zapatillas o atuendo deportivo usado? ¿Estos episodios se han producido en otras ocasiones? ¿En el último año ha crecido mucho? ¿El dolor es continuo o intermitente, por el día o las noches y si es por la noche, le impide dormir? ¿Le produce algún tipo de cojera o dificultad al andar? ¿Ha habido en los días previos algún proceso infeccioso vírico-respiratorio? ¿O algún traumatismo en días previos? ¿Hay alguien en la familia con enfermedades neuromusculares o esqueléticas?…

Con estos datos pasamos a explorar. Lo primero sería observar si hay alguna anomalía estructural esquelética, presencia de sobrepeso-obesidad y tipo de marcha, si la situación lo permite, para observar las dificultades para desplazarse. También podemos ver si hay áreas enrojecidas, inflamadas, presencia de hematomas, o dolor a la palpación o presión manual en la zona de la cadera afectada. Solicitamos que mueva la pierna de forma activa hacia arriba, abajo o lateralmente. Después, es el médico quien mueve la pierna en flexión, extensión, separación, aproximación y rotación. Comparando si hay diferencia con la cadera sana, en caso de ser unilateral. Con estos datos se puede hacer un diagnóstico aproximado de la importancia y relevancia del dolor y proponer alguna recomendación. Se puede solicitar, si se considera necesario, alguna prueba de imagen (ecografía, radiografía, RMN o TAC) para afianzar el diagnóstico de sospecha y aquilatar la benignidad o severidad del dolor.

¿A qué se deben estas molestias?

Hay muchas razones, algunas conocidas y otras aún no. El crecimiento acelerado, algunas prácticas deportivas no bien supervisadas ni dirigidas, el uso inapropiado de ropa deportiva, preferentemente calzado, y algunas razones endocrinas. También se describen causas vasculares que contribuyen al mal aporte sanguíneo a la cabeza femoral o zonas de crecimiento del hueso (epífisis).

La sinovitis transitoria de la cadera es la entidad clínica más frecuente por la que se quejan algunos adolescentes. Es benigna, la mayoría de las veces es unilateral y suele ceder con reposo físico y la toma de algún analgésico.

En ocasiones podemos oír que estas molestias se deben al “crecimiento”. No hay razones para tal atribución, y la razón de este argumento es la coincidencia con la etapa de estirón puberal. Se trata de un “cajón de sastre” para justificar una molestia cuya causa no vemos ni comprendemos. En tal caso se tratan de la misma forma: reposo y analgésicos.

¿Cuándo debo preocuparme?

En caso de persistir el dolor o de que se cronifique, si las molestias aumentan de intensidad o impiden el desarrollo de la vida normal del adolescente, aparezcan signos de inflamación claros (enrojecimiento, inflamación), malestar general, cojera significativa y sobre todo fiebre, se impone una consulta con el especialista y la realización de pruebas de imagen y análisis.

Detrás de un dolor de cadera, el médico piensa en otras situaciones, poco frecuentes, ante las cuales hay que estar atentos y derivar al especialista: el deslizamiento de la cabeza femoral (epifisiolisis), el desarrollo anormal de la cadera (displasias de cadera), la destrucción de la cabeza femoral (Enfermedad de Perthes)… Sin olvidar aquellas afecciones que afectan a todo el sistema articular y que cursan con afectaciones no solo de la cadera, sino de otros órganos.

¿Cómo actuar?

La recomendación primera en toda patología osteomuscular es el reposo. Lograr que la unidad articulación-músculo permanezca un tiempo inactiva permite la recuperación funcional. No siempre se puede lograr en jóvenes muy activos o entusiastas de una actividad deportiva exigente. Los analgésicos tipo paracetamol o ibuprofeno pueden ayudar a lograrlo.

Otras medidas, como llevar unos días muletas para descargar el peso en la cadera, el uso de calor local o la colocación de la cadera elevada mediante almohadilla durante el reposo nocturno, también son recomendables.

Algunos ejercicios indicados por el fisioterapeuta contribuyen a mejorar también esta situación.

¿Cuándo incorporarse a la actividad normal?

Cuando el dolor haya desaparecido y la movilidad articular se haya recuperado completamente. Conviene que el acceso a la vida anterior se haga progresivamente y, si hay posibilidad, seguir las indicaciones de entrenadores o responsables deportivos.

 

Referencias

  1. Ignacio Martínez Caballero y María Galán Olleros. Sinovitis transitoria de cadera. En familia AEP. https://enfamilia.aeped.es/temas-salud/sinovitis-cadera
  2. Alonso Hernandez J. Evaluación del niño con cajera. Pediatr Integral 2014; XVIII (7): 456-467. https://www.pediatriaintegral.es/publicacion-2014-09/evaluacion-del-nino-con-cojera/.

 

Figura 1. Anatomía de la articulación de la cadera

Fuente: https://www.droscartendero.com/es/cirugia-de-cadera/cirugia-conservadora-de-cadera

 

Figura 2. Musculatura más importante de la articulación de la cadera

Fuente: https://www.kenhub.com/es/library/anatomia-es/cadera-y-muslo

 

 


“Doctor, tengo miedo de que mi hijo tenga una enfermedad de transmisión sexual…”


L. Rodríguez Molinero.
Doctor en Medicina. Pediatra acreditado en Medicina del Adolescente por la AEP. Centro Médico Recoletas La Marquesina. Valladolid.

 
 

“Doctor, tengo miedo de que mi hijo tenga una enfermedad de transmisión sexual…”

La sexualidad está omnipresente en la sociedad. La de los adolescentes particularmente, porque ellos se expresan más visiblemente que los adultos. Como consecuencia, los medios hablados y escritos hacen referencia abundantemente a sus riesgos y peligros. Algunos padres son bastante sensibles a estos mensajes, y por ello consultan a su médico.

El hecho de tener en el calendario oficial de vacunas la del Virus del Papiloma Humano (VPH), facilita la ocasión de hablar del tema.

Para comprender en profundidad la sexualidad y sus riesgos en la adolescencia, es conveniente recordar cómo es su mente y su cerebro. A esta edad se tienen más desarrollados los circuitos cerebrales de la recompensa y el placer (circuito límbico) que aquellos encargados del control, el orden y el análisis de las consecuencias (lóbulo prefrontal). Por este motivo, se entiende que en ellos prevalezcan las conductas de recompensa inmediata, que son más gratificantes. Por otro lado, en la conducta del adolescente, el deseo sexual, la atracción y el enamoramiento son patentes. En la vivencia del amor (tres componentes en el amor: pasión, compromiso e intimidad) predomina la pasión, lo que aproxima muchas conductas a la impulsividad y a la actuación descontrolada, en la que no hay posibilidad de pensar en las consecuencias.

¿Cuáles son las ITS más comunes en nuestro medio?

La vacunación contra al VPH ha hecho que aparezca en los medios de comunicación y en las RRSS mucha información al alcance de todos sobre las ITS. Las más comunes en nuestro entorno son el herpes genital, las clamydias, el virus de la hepatitis B (VHB), virus de la hepatitis C (VHC), la gonococia, la sífilis y el linfogranuloma venéreo. El mecanismo de contagio es el contacto piel con piel, o mucosa con mucosa genital, anal u oral.

Según el Comité Científico sobre COVID y Patógenos Emergentes del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM), están aumentando la infección gonocócica, la sífilis y la clamidia, en especial entre los jóvenes de 15 a 19 años, y entre los varones homosexuales (HSH).

También se han incrementado en España la infección por VIH (cuya vía de trasmisión es sexual en un 81,7 % de los nuevos diagnósticos) y la viruela del mono (Mpox) que en este momento se comporta como una ITS.

Las razones de este aumento son socio-culturales (facilidades de encuentro de jóvenes, conciertos, grandes concentraciones, el uso de pornografía…), relacionados con la conducta juvenil (desafíos, aventuras, promiscuidad, consumo de alcohol…), razones biológicas (escasa producción de moco), sistema inmune inmaduro, preferencia por anticoncepción oral en vez de uso de métodos de barrera (preservativo…).

¿Qué síntomas producen las ITS?

La mayoría de las veces son asintomáticas, o con escasos síntomas. La presencia de flujo, hemorragias o úlceras genitales en la mujer; las secreciones uretrales, picor, o lesiones mucosas en el varón. La exteriorización genital del varón hace más evidente la presencia de ITS que en el caso de las mujeres.

¿Pueden dejar secuelas las ITS?

Sí. Las ITS que no se tratan o se dejan evolucionar pueden producir inflamaciones y lesiones en el aparato genital, tanto del hombre como de la mujer, que se traducen en infertilidad, dolores pélvicos, embarazo ectópico y otras lesiones que podrían afectar al cerebro (sífilis). Son conocidos los cuadros clínicos que producen el SIDA (VIH) o la hepatitis B o C.

Prevención

Es lo más importante y eficaz en las ITS. La mejor prevención es una buena educación sexual y ésta empieza en la infancia, considerando que somos seres sexuados y portadores de anatomías distintas.

Hablar de educación y promoción de la salud sexual en la adolescencia es empezar un poco tarde. Para orientar a los padres hay algunas pautas que pueden serles útiles:

  • No dejar en manos de otros, como la escuela, esta educación, porque se corre el riesgo de que no la acometan.
  • Responder con naturalidad a todas las preguntas que hagan los hijos.
  • Hablar claramente de la genitalidad, con nombres adecuados y sin eufemismos.
  • Aprovechar toda oportunidad de expresar en familia opiniones y valores que contrarresten los mensajes sexualizados de la publicidad, el cine o los medios de comunicación.
  • Defender la intimidad.
  • Hablar con claridad de los diferentes métodos anticonceptivos.
  • Explicar que en la sexualidad existen valores, como la demora del placer y la abstinencia.
  • Existen numerosas publicaciones al respecto donde encontrar ayuda y orientaciones pedagógicas.

Y los médicos, ¿qué podemos hacer?

Los profesionales, como somos conscientes del aumento de las ITS, en las visitas asistenciales debemos preguntar con delicadeza, respeto, empatía y confidencialidad por todo lo referente a la salud, y entre otros puntos, por la actividad sexual. No es fácil. Sabemos que es difícil conseguir datos íntimos. Para eso está la sagacidad, el entrenamiento y la actitud del profesional.

Si descubrimos conductas de riesgo, hay que poner en marcha diferentes protocolos de detección y diagnóstico.

Detectadas precozmente, las ITS tienen buen pronóstico y un tratamiento eficaz y de bajo coste.

Es fácil y práctico para el médico vigilar que el adolescente tenga el calendario vacunal completo y al día. De este modo se pueden prevenir los diferentes tipos de hepatitis, el cáncer de cuello uterino (y otros tipos de cáncer, tanto en mujeres como en varones), y se ha demostrado protección cruzada (30-40 %) de la gonococia con la vacuna de la meningitis B, en base a las similitudes antigénicas. Ambas son bacterias de la misma familia (Neisseria Meningitidis y Neisseria Gonorrhoreae).

Referencias

  1. Clavo Escribano P. Infecciones de transmisión sexual en adolescentes. ¿Cuándo está indicado hacer un cribado? https://www.adolescere.es/infecciones-de-transmision-sexual-en-adolescentes-cuando-esta-indicado-hacer-un-cribado/.
  2. Caballero García M, Callejas Caballero I, Ramos Amador JT. Infecciones de transmisión sexual en adolescentes. https://www.guia-abe.es/temas-clinicos-infecciones-de-transmision-sexual-en-adolescentes.

 
 

 
 

“Mi hijo me ha tirado al suelo…”


 

“Mi hijo me ha tirado al suelo…”

L. Rodríguez Molinero.
Doctor en Medicina. Pediatra acreditado en Medicina del Adolescente por la AEP. Centro Médico Recoletas La Marquesina. Valladolid.
 
 

Cuando se recibe a una madre y lo primero que nos dice es, Dr. “Mi hijo me ha tirado al suelo…” nos damos cuenta que algo no va bien en las relaciones intrafamiliares. En otros casos nos cuenta que “mi hijo me ha tirado de los pelos…” y otras situaciones de cierta violencia intrafamiliar que tenemos que valorar fundamentalmente escuchando y completando la información con alguna pregunta.

Lo cierto es que estas situaciones son cada vez más frecuentes y no es fácil encontrar una explicación sencilla capaz de resolverse en una consulta. Nos obliga a repasar la historia familiar y educativa que nos explique la situación actual y donde quizá encontremos los cambios necesarios para producir la modificación de una conducta no deseada.

La violencia sea verbal o física es una línea que nunca se debe sobrepasar en la sociedad y menos en la familia. Cuando se ha llegado a estos límites, antes se han producido transgresiones a las normas que se han consentido. Y como todos los aprendizajes (los buenos y los malos), suelen ir aumentando en frecuencia e intensidad, si no se han introducido mecanismo de contención.

Es importante conocer si estos episodios son repetidos o casuales, y si van o no seguidos de una reacción de arrepentimiento o toma conciencia de su “culpabilidad”. También es necesario saber si esas conductas se repiten en otros ambientes como el colegio o con los amigos. No es raro que el comportamiento extra familiar sea educado y muy adaptado a las normas sociales. Esto nos sugiere ¿por qué fuera de casa reconoce los límites y dentro no? Los informes del colegio o instituto y de los padres de los amigos, pueden aportar datos interesantes.

Lo sorprendente de estas situaciones es que muchas veces nos enteramos de algo que vienen sucediendo desde años antes y que o bien era vergonzoso para la familia hablar de ello o bien los profesionales no indagábamos sobre ello. Una vez más, suceden a nuestro alrededor problemas de salud que se mantienen ocultos. Han sido los medios de comunicación y algunos profesionales quienes han puesto de manifiesto este problema y han animado a ponerlo en conocimiento de los profesiones de salud más próximos.

Calificar estas conductas de maltrato y/o acoso filio-parental (VFP) puede ser exagerado o cierto, depende de los criterios que tengamos. Por esta razón la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP) en el año 2017 publicó una definición de consenso: “Conductas reiteradas de violencia física, psicológica (verbal o no verbal) o económica, dirigida a las y los progenitores, o a aquellas personas que ocupen su lugar. Se excluyen la relacionada con el consumo de tóxicos, la psicopatología grave, la deficiencia mental y el parricidio.”

Causas de la violencia filio-parental (VFP)

Se han descrito tres grandes apartados: sociales, educativos – familiares e individuales. Entre los primeros se destacan las diferentes tipologías de familias, el predominio de la productividad familiar sobre el afecto que conlleva escaso tiempo de contacto familiar, el modelo educativo de recompensa frente a la sanción…

Las razones familiares descritas como más influyentes son los modelos de relaciones paternales conflictivas, los estilos educativos tanto permisivos como sobreprotectores, la escasa tolerancia a la frustración, etc.

Como factores personales, encontramos las experiencias de violencia escolar o familiar, la baja autoestima, la impulsividad y el ambiente de consentimiento continuo, etc.

Se describe una evolución de la violencia filioparental:

 

 

La VFP produce en los padres una frustración y una sensación de “hijo perdido”, baja autoestima, situaciones depresivas, afectación a su equilibrio psicoemocional que suelen derivar en consultas en profesionales de salud mental. Y en no pocas ocasiones plantearse la separación-divorcio como alternativa.

¿Qué se puede hacer?

Mientras sea posible, empatizar con los padres (generalmente la madre) y ayudar a crear un clima de optimismo pensando en las posibilidades de producir un cambio en los elementos familiares. El desarrollo de la entrevista y la búsqueda de las causas que nos ayuden a conocer el problema, ya es en si mismo una buena ayuda.

Evitar el sentimiento de la culpa y atender las situaciones de ansiedad, tristeza y pesimismos reinantes. Pensar que esta situación se viene sufriendo desde hace un tiempo largo y hay muchas malas experiencias que no son fáciles de olvidar. Los padres deben saber que, ante situaciones de extrema violencia, tanto los servicios de Protección de Menores o la propia policía están disponibles.

Además de las entrevistas con los padres buscar el encuentro con el hijo (más frecuente que hijas) y valorar como se vive la situación desde su visión, escuchando sus razones y valorando sentimientos de arrepentimiento o culpabilidad. Sin olvidar si se siente querido en la familia y el tipo de acusaciones que puede tener sobre los padres, su infancia, su estilo educativo. Ayuda mucho conocer que puede aportar al entendimiento familiar y si merece la pena seguir así. Hablar del perdón y del saber pedir perdón como habilidades personales que son capaces de producir cambios psicológicos únicos. Recordar que los padres le siguen queriendo, aunque se hayan producido situaciones donde parezca lo contrario. Dejar que el adolescente exprese sus propuestas y metas a corto y medio plazo.

Las entrevistas son largas, emotivas, llenas de tensión y acusaciones que el pediatra como “mediador” debe saber manejar. Es un profesional que conoce a la familia y en el que se deposita confianza, por eso han acudido a él. Si el profesional no se siente cómodo, debe acudir a los especialistas. Es un momento oportuno para reivindicar la figura del psicólogo clínico en los equipos de Atención Primaria.

A pesar de nuestras habilidades y el deseo de poder ayudar a estas familias, en no pocas ocasiones hay que recurrir a la derivación a los equipos de Salud Mental, explicando las razones de la derivación y dejando claro que la relación continúa y sería deseable tener una cita a los pocos días de ser atendido por los especialistas, aunque solo sea con cualquiera de los padres.

 

Bibliografía

1. ¿Qué es la violencia filio-parental https://www.fad.es/siof/pildora-informativa/violencia-filio-parental. Fact. Individuales.

2. La violencia filio-parental. ¿Un subtipo de violencia de género? Una revisión bibliográfica de la figura de la víctima. https://eduso.net/res/revista/21/el-tema-colaboraciones/la-violencia-filio-parental-un-subtipo-de-violencia-de-genero-una-revision-bibliografica-de-la-figura-de-la-victima.

 
 

 
 

“He observado conductas sexuales en mi hijo y su amiga…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 
 

“He observado conductas sexuales en mi hijo y su amiga…”

No es raro encontrar a una madre (estadísticamente, según nuestra experiencia clínica, suelen ser ellas quienes viven estos casos como problemas) que se sorprende de algunos comportamientos que observa en sus hijos o hijas: besos, caricias y abrazos… como prácticas visibles y explícitas con los amigos, vecinos o compañeros de clase (entiéndase el plural como referido a ambos géneros). Detrás de estas preocupaciones hay “miedo” en los padres. Este miedo está relacionado con las propias experiencias o con las de los demás. El mejor modo de calmar ese “miedo” es dar información veraz, y transmitir seguridad para vivir la adolescencia de los hijos como algo bueno. Tener hijos adolescentes es una oportunidad de aprender lo que no se aprendió, recordar lo que se ha olvidado (nuestra adolescencia) y hacer planes optimistas y positivos en el futuro. Casi nada.

Intentar responder a estas preocupaciones en el tiempo de una consulta convencional es poco menos que imposible, pero algo se puede hacer. Lo primero es entender que los hijos crecen, y pasan de ser niños a convertirse en adolescentes, y en esta edad aparecen los deseos y los afectos sexuales (la atracción y el enamoramiento).

La RAE define el deseo como “movimiento afectivo hacia algo que apetece” y en este caso es el placer sexual. La adolescencia es una etapa en la que el individuo es especialmente vulnerable. Se unen los propios impulsos, derivados del cambio hormonal, a los derivados de la presión social a través de los medios, especialmente visuales, y por supuesto a una educación afectiva y sexual mejorable. No olvidemos que la sociedad es heterogénea, y junto a adolescentes preparados exquisitamente en conocimientos y valores, coexisten otros grupos que adolecen de todo lo contrario, sobre todo en grupos sociales multiculturales. Esto va a ser motivo de desencuentros y conflictos.

El crecimiento físico del adolescente va a seguir su curso; a la sociedad no la vamos a cambiar (recordemos a Bandura cuando describe la influencia social en los aprendizajes), pero sí podemos educar, y a esto podemos y debemos dedicar el tiempo generosamente, porque merece la pena.

Volvemos a la RAE, para que nos ayude a entender qué es educar: “Dirigir, encaminar, desarrollar y perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o joven”. Los humanos somos seres sexuados física y psicológicamente. La unión del cuerpo y la mente ya no se discute: todo lo que afecta al cuerpo repercute en el alma y viceversa. Los besos, las caricias y la ternura tienen efectos en ambos lugares.

Tenemos que hablar del cuerpo con los adolescentes. Dar a conocer el cuerpo, nuestras hormonas, el sistema límbico emocional del placer y recompensas, y la relación con la genitalidad. Hay que explicarles cómo los deseos tienen la potencia que tienen en esta etapa de la vida debido a la inmadurez del córtex prefrontal que controla las conductas, y que la falta de ese control los lleva a no valorar algunas conductas de riesgo.

La Educación afectiva y sexual (EAS), debe comenzar desde la primera infancia. No se puede pensar que los niños no entienden. Es necesario contestar a las preguntas que nos vayan haciendo sin prejuicios.

En el fondo, cuando los padres nos hacen estas preguntas a los clínicos, muchas veces no es para atender al adolescente, sino para resolver las propias dudas. Ésa es la incógnita de la entrevista clínica, lo que llamamos “agenda oculta”, aquello que no se pregunta directamente pero que es el núcleo de las preocupaciones.

Hay que fortalecer las enseñanzas morales de la familia ante las sociedades industriales y de consumo, que llegan a poner precio a todo, pasando de la represión moral (lo sexual es malo y pecaminoso) al liberalismo consumista (el disfrute como eje central de la vida afectiva y amorosa) o los nuevos mitos sobre las relaciones amorosas (el poliamor…).

Cuando decimos que hay que formar intelectual y moralmente, ¿a qué nos estamos refiriendo? La formación moral es parte de la educación del adolescente: “La educación moral es un proceso de aprendizaje que permite a los estudiantes y adultos en una comunidad escolar comprender, practicar e interesarse por los valores éticos fundamentales, tales como el respeto, la justicia, la virtud cívica y la ciudadanía, y la responsabilidad por sí mismo y por el prójimo. Sobre tales valores fundamentales se forman las actitudes y las acciones que son propias de las comunidades seguras, saludables e informadas que sirven como los cimientos de nuestra sociedad”(1). Otros autores lo definen de la siguiente manera: “Entendemos la ética (la moral, a efectos sinónimos prácticos) como unos principios de valor universal, basados en la argumentación, que finalmente nos sirven para cometer menos errores, evitar sufrimientos y ayudarnos a gozar más y mejor en nuestra vida sexual y amorosa”(2) (López, 2017).

Hemos llegado a un punto importante, por lo profundo, y donde solo falta la reflexión sobre cuál es el papel de los padres como educadores y pedagogos. Los padres son personas importantes, por el vínculo que los hijos adolescentes tienen con nosotros en el desarrollo moral. Nuestro ejemplo y nuestras palabras pesarán mucho si van bien dirigidas, sin prejuicios, sabiendo nosotros que la sociedad que los hijos viven es distinta a la que nos imaginamos, y a la que ellos mismos se imaginan. También el hijo angelical vive en una fantasía de la que tiene que aterrizar.

A partir de aquí, solo falta la recomendación de lo mucho que hay escrito y que puede ser útil a los padres interesados, para que la vida afectiva y amorosa de todos sea lo más positiva posible.

 

Referencias recomendadas

1.- Formación en sexualidad, afectividad y género. https://data.miraquetemiro.org/sites/default/files/documentos/Formacion_sexualidad.pdf

2.- Educación sexual y ética de las relaciones sexuales y amorosas. Félix López , Noelia Fernández y Rodrigo Carcedo. Editorial Pirámide. 2017.

 

 

 
 

“Mi hijo quiere hacerse un tatuaje…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 
 

“Mi hijo quiere hacerse un tatuaje…”

La imagen corporal (IC) siempre ha sido motivo de inquietud y preocupación a lo largo de la Historia del hombre. Pero nunca como ahora esta preocupación se ha acentuado tanto. Mejor dicho, nunca ha sido tan fácil acceder a los cuidados que la imagen requiere en estos momentos, ni ha inquietado a tanta gente. Sobre los adolescentes se acentúa esta presión social, más que sobre otros colectivos, precisamente en una etapa de la vida en la que tantas cosas cambian rápida y determinantemente. Nos estamos refiriendo a los tatuajes del mundo occidental, ya que existen tribus y pueblos en países en vías de desarrollo en que los tatuajes forman parte de su estilo de vida, sus ritos y costumbres, y tienen un significado distinto.

Han sido muchas las razones que han influido en los jóvenes cuando adoptan la costumbre de tatuarse. Sin duda, las nuevas tecnologías han contribuido en gran parte. El deseo de adornarse es considerado como un elemento que propicia el éxito social, y este éxito es algo por lo que los adolescentes suspiran desde el momento en que han aprendido que es importante para su autoestima, corporal y general.

Cambiar la forma o la función de un elemento corporal es, en cierto modo, un atentado contra la naturaleza del mismo, de forma que exige prudencia, precaución y valoración de ventajas, inconvenientes y riesgos.

Para comprender la importancia y los riesgos de los tatuajes, es conveniente, en primer lugar tener una idea, aunque sea somera, de la anatomía de la piel. En este órgano se superponen varias capas: la epidermis, la dermis, el tejido celular subcutáneo y la red de vasos sanguíneos, linfáticos y terminaciones nerviosas. La epidermis es la capa más superficial. Está en contacto con el exterior, ya sean los vestidos o las diferentes formas de la higiene cutánea. Está formada por queratinocitos, o células muertas, y melanocitos, células responsables de producir melatonina y dar el color más o menos oscuro a la piel. La siguiente capa es la dermis, que contiene las glándulas sudoríparas, sebáceas y los folículos pilosos. Ambas capas están separadas por la lámina basal, responsable de la renovación celular de la epidermis. La piel crece de dentro hacia fuera, gracias a las sucesivas generaciones celulares desde esta lámina basal. Hacia el interior, se halla el tejido celular subcutáneo o hipodermis, formado por aglomeraciones de células grasas o adipocitos. En estas estructuras están los vasos sanguíneos y linfáticos, las terminaciones nerviosas y los receptores sensoriales.

Fuente: https://www.bbraun.es/es/pacientes/cicatrizacion-de-heridas/que-saber-sobre-la-piel.html

Funciones de la piel

La piel nos separa del exterior e impide la entrada de sustancias tóxicas y gérmenes. Protege las estructuras internas. Nos inmuniza, en cuanto que produce sustancias antimicrobianas. Es el lugar donde se sintetiza la vitamina D3, tan necesaria en el metabolismo del calcio. También tiene una función exocrina, es decir, de generar sustancias hacia el exterior, como sudor y grasa de las glándulas sebáceas, y elementos muy importantes para la cicatrización de las heridas. Además, la piel regula la temperatura corporal, y no podemos olvidar la función sensorial.

¿Por qué los adolescentes desean tatuarse?

Seguramente hay tantas razones como adolescentes. Pero podríamos resumir generalizando, que la primera es la moda. “Se lleva”, y quien no tiene un tatuaje no “está al día”. Otra razón potente es la identidad de grupo, que contribuye a formar la identidad individual, tan importante en la adolescencia. La influencia de los personajes públicos y “celebrities” que constantemente aparecen en los medios visuales no es un motivo menor. Se suman a todas ellas otras razones meramente estéticas: el concepto de belleza es muy influyente en la percepción de la propia imagen; el deseo de decorarse, y de distinguirse según los gustos de cada uno. Y de atraer, un componente erótico nada desdeñable que va unido al deseo de belleza.

Se ha descrito mayor asociación entre adolescentes con tatuajes y algunas conductas de riesgo relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias, y prácticas sexuales sin protección.

¿Cómo se produce el tatuaje?

La técnica de tatuajes permanentes consiste en inyectar mediante aguja una sustancia de color que se deposita en la dermis. Hay tatuajes temporales que se limitan a depositar colorantes en la piel, y que van desapareciendo progresivamente. Las zonas más tatuadas son los brazos, el tronco, las piernas y las nalgas. Esta alteración de la normal pigmentación cutánea no está exenta de complicaciones. Las más comunes son infecciones, inflamaciones, alergias a los productos colorantes, hemorragias y aparición de queloides, que son cicatrices patológicas.

¿Qué hacer?

Si los jóvenes nos expresan su deseo de tatuarse, no es una mala manera de empezar, pues desean consultar nuestro parecer y probablemente no estén seguros de tomar esta decisión. Lo malo es cuando se presentan en casa con el tatuaje ya iniciado o concluido.

Debemos hablar con el adolescente para conocer las razones que le llevan a desear tener un tatuaje. Preguntar por las zonas corporales donde se lo pondrían, de qué tamaño, con qué garantías profesionales, y por supuesto de qué precio.

Conocer qué esperan lograr con el tatuaje, advirtiendo de la posibilidad de que las expectativas no se cumplan.

Informarles de que es una huella que durará toda la vida, que puede que con los años cambie de opinión, o de gustos, y advertirles de que en algunos ambientes sociales o laborales no son bien vistos.

Valorar la situación de salud del adolescente. En caso de algunas enfermedades de la piel, alergias, diabetes o enfermedades hemorrágicas, las complicaciones son mayores.

Los menores de edad precisan permiso de los padres por escrito para hacerse un tatuaje.

¿Se pueden eliminar los tatuajes?

Si, se pueden retirar, pero hay que considerar la zona corporal (las áreas lisas responden mejor que las rugosas), el color (ya que unos son más fáciles que otros), el tamaño, el grosor del tatuaje y la técnica. El láser suele ser el sistema más utilizado para eliminar los tatuajes. El procedimiento se realiza en varias sesiones, tiene un coste relativamente elevado, y en ocasiones no es bien tolerado por todos.

 

Bibliografía

1.- Cómo hablar con su adolescente sobre los tatuajes: explicación del informe clínico de la AAP. https://www.healthychildren.org/Spanish/ages-stages/teen/Paginas/tattoos.aspx

2.- Si te tatúas, hazlo estando seguro. https://www.familiaysalud.es/salud-joven/mi-cuerpo/cuidados-e-higiene-corporal/tatuajes-si-te-tatuas-hazlo-estando-seguro

 
 

 
 

“Mi hijo se queja con frecuencia de dolores de rodilla…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 
 

“Mi hijo se queja con frecuencia de dolores de rodilla…”

El dolor es el síntoma más común del ser humano. Es el que más desazón produce y el que más altera el bienestar físico, mental y social. Por tanto, cuando aparece suele ser motivo de consulta casi inmediata. Si lo que molesta es la rodilla de adolescentes en plena edad del estirón de crecimiento, y si las molestias se mantienen en el tiempo, los padres no dudan en consultar. Se trata por tanto de un dolor persistente de la rodilla.

Para entender las molestias de rodilla en un adolescente hay que recordar su anatomía. La rodilla es una articulación formada por los huesos más fuertes del esqueleto (tibia y peroné), unos músculos de los más potentes (cuádriceps, isquiotibiales), la presencia de un elemento de unión entre cuádriceps y tibia, como es la rótula, y unos tendones fuertes (rotuliano). La inserción del músculo cuádriceps en la meseta tibial, a través del tendón rotuliano, muy próxima al cartílago de crecimiento, hace más frágil su anclaje, y esto puede contribuir a las molestias que motivan la queja. Si éstas persisten durante un tiempo más o menos largo, entenderemos que es motivo de preocupación. La localización del dolor nos orienta para valorar cuál es la estructura potencialmente lesionada.

Fuente: https://orthoinfo.aaos.org/es/diseases–conditions/el-sindrome-de-dolor-patelofemoral-patellofemoral-pain-syndrome/.

Hay muchas entidades clínicas que cursan con dolor de rodilla, pero las más frecuentes, con mucha diferencia son las inflamaciones de la apófisis (protuberancia) de la rodilla.

Este dolor suele estar relacionado con el ejercicio físico, se localiza en la parte anterior de la rodilla, casi siempre unilateral, y se acentúa con la presión en la zona de inserción del ligamento rotuliano. El dolor casi siempre es de predominio nocturno. Llega a despertar, y puede ser especialmente agudo.
Y como hemos dicho, aparece en adolescentes en pleno estirón puberal (10 a 14 años). Son adolescentes motivados por la actividad física, competitivos, en ocasiones pertenecientes a equipos o actividades deportivas federadas.

En la exploración médica, se considera que el esqueleto es una unidad funcional, de forma que molestias en una zona pueden repercutir en otros lugares. Por eso exploramos todo. La alineación de la pierna, la pisada, la coordinación con otras articulaciones próximas, como la cadera o el tobillo. Esto nos lleva a descartar otras alteraciones o traumatismos. En muchas ocasiones aparece una leve inflamación y enrojecimiento en el lugar de las molestias. El diagnóstico es básicamente clínico. En la mayoría de las ocasiones no se precisan más estudios ni análisis, pero a veces su prescripción ayuda a diferenciar diagnósticos y a una mayor seguridad. La ecografía de rodilla facilita descartar otras patologías y evita radiaciones ionizantes innecesarias (radiografías).

¿Qué hacer?

Nuestra actitud cuando atendemos a adolescentes es aprovechar la ocasión para hacer educación y promoción de la salud.

Es importante informar al adolescente y a sus padres de la benignidad de la situación, y esto contribuye a calmar la ansiedad; advertir que estas molestias pueden durar entre uno y dos años, con recaídas relacionadas con los esfuerzos deportivos.

Enseñamos la utilización del frío y del calor en las molestias deportivas. El frío como vasoconstrictor que es, es un buen antinflamatorio. No aplicar más de 10 minutos en zonas de poca masa grasa, y nunca más de 20 a 30 minutos en las demás zonas. El calor como vasodilatador, es relajante y disminuye los estímulos dolorosos; sesiones de unos diez minutos cada dos horas pueden ser suficientes.

Para calmar el dolor, se usan los analgésicos comunes, tipo paracetamol o ibuprofeno a dosis convencionales junto a aplicaciones de frío localmente (bolsa de hielo). El reposo físico, durante tantos días como necesite, contribuye a la mejoría. No es fácil conseguir que nos hagan caso, ya que la personalidad del adolescente con estas molestias es proclive a la actividad física exagerada. Se puede llegar al vendaje para contribuir al reposo.

Tenemos que advertir que las recurrencias de este dolor son la norma y que irán desapareciendo progresivamente a medida que el paciente vaya creciendo.

Si las molestias persisten a pesar de las recomendaciones, muy rara vez, se imponen estudios especializados, tanto de imagen como analíticos, así como la derivación al especialista.

¿Hay alguna medida para prevenir estas molestias?

En adolescentes que practican una actividad física intensa, hay que recordar el uso de ropa y zapatos deportivos adecuados. Que el pie esté bien sujeto. Se pueden usar rodilleras, que además de calor dan estabilidad a la articulación. Hay en el mercado múltiples tipos.

Que los entrenamientos sean progresivos, y a ser posible bien dirigidos por los entrenadores.

Las federaciones deportivas suelen tener equipos de fisioterapia disponibles a los que se les puede consultar.

Cuando aparezcan molestias, hay que reducir el nivel de exigencia física.

Y se debe recordar que el sobrepeso siempre es una dificultad añadida a las molestias de rodilla.

Bibliografía

  1. El síndrome de dolor patelofemoral. https://orthoinfo.aaos.org/es/diseases–conditions/el-sindrome-de-dolor-patelofemoral-patellofemoral-pain-syndrome/.
  2. Dolor en la región anterior de la rodilla en el adolescente. https://drvilchez.mx/2021/02/23/dolor-en-la-region-anterior-de-la-rodilla-en-el-adolescente/.

 
 

 
 

“Mi hija siempre se está quejando de molestias…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 
 

“Mi hija siempre se está quejando de molestias…”

Con frecuencia acuden adolescentes acompañados de sus padres, en muchas ocasiones ambos padres, porque refieren cierto cansancio emocional, para interesarse por las molestias que desde “hace tiempo” (en ocasiones meses) con cierta periodicidad aparecen en su hijo o hija.

Ya sabemos por la historia clínica que ha tenido varias consultas por el mismo motivo. También que ha acudido a urgencias y en casi todas las ocasiones se le han realizado pruebas complementarias; incluso algún ingreso breve, tanto en las salas de urgencias como en planta. Nunca se ha encontrado nada de consideración, y los diagnósticos han sido superficiales.

Todos los médicos tenemos experiencias de estos casos, y ante ellos nos llenamos de prudencia y pretendemos manifestar nuestra mejor comunicación.

Se trata de un dolor recurrente, preferentemente abdominal en este caso, con múltiples consultas y exploraciones, sin haber encontrado ninguna causa.

El asunto exige una buena entrevista, y a ser posible buscar un tiempo amplio para dar opción a la expresión de quejas y emociones, tanto del adolescente como de los padres. Posteriormente a la entrevista, procede una exploración lo más exhaustiva posible, y valorar las pruebas ya realizadas para no tener que repetir ni hacer daño al paciente.

En la entrevista indagamos el tipo de dolor, las circunstancias, el momento, si es o no incapacitante, con qué lo suele relacionar, la duración, a qué lo atribuye, si cede con alguna actuación o medicación…después pasamos a la entrevista a solas con el adolescente, y observamos cómo es la descripción del adolescente acerca de sus molestias. Con frecuencia, la manera de referir y sentir las molestias por cada miembro de la familia, adolescente, madre y padre es diferente. Se trata por tanto de una somatización.

Somos muy prudentes a la hora de diagnosticar una somatización, y lo hacemos en base a los muchos datos de las consultas que se han realizado, y nuestro conocimiento previo por la historia clínica, tanto del adolescente como de la familia (no olvidemos que somos “pediatras de familia”), y sobre todo en la última y más reciente entrevista, en que nos hemos centrado en investigar y relacionar los síntomas, la personalidad, el ambiente familiar, social y escolar.

En nuestra profesión, los diagnósticos se basan en hipótesis y pruebas en los que siempre cabe otra posibilidad, aunque sea remota, y eso lo dejamos siempre claro. El principio “primum non nocere” debe estar siempre presente, y es muy fácil caer en la realización de numerosas pruebas (como ya se venían realizando en este caso) en lugar de afrontar con prudencia, comprensión y empatía las molestias que nuestro paciente presenta. El dolor es de los síntomas que más conmueve, y pone en marcha todos los recursos a nuestra disposición.

Causas más frecuentes de las somatizaciones:

  • Factores que dependen de la personalidad del adolescente. Coinciden en personas sensibles, exigentes, perfeccionistas, responsables, ansiosos, resignados…
  • Experiencias personales previas que han podido justificar las molestias actuales. Por ejemplo, una gastroenteritis que ha cursado con dolor abdominal.
  • Situaciones escolares agobiantes relacionadas con los estudios, o de acoso en cualquiera de sus formas. Recientemente hemos visto una niña que consultaba por dolor abdominal recurrente, y en la entrevista descubrimos una situación de acoso escolar durante casi todo el curso.
  • Situaciones familiares como separaciones, divorcio o problemas económicos.
  • Escasas habilidades sociales para resolver los problemas diarios.
  • Malas pautas de crianza, como estilos educativos permisivos, autoritarios o sobreprotectores.
  • La herencia o el ambiente familiar, la presencia de enfermedades en parientes próximos, la personalidad de los padres en ocasiones muy cerca a la psicopatología (alcoholismo, ludopatías…).

¿Qué hacer?

No es fácil para un profesional atender estos problemas. Hay que hacer uso de la máxima confianza.
Lo más fácil es poner demasiado peso en las pruebas complementarias, que como hemos visto no han conducido a ningún diagnóstico.

Pero lo correcto en estos casos es repasar la historia familiar y ayudar a la familia a crear confianza.
Gestionar la incertidumbre y la duda es de las cosas más difíciles para un médico. Por lo tanto, exponer a la familia que, aunque no se pueda definir ningún diagnóstico, ello no quiere decir que no exista un proceso de fondo, y por tanto, se deben seguir los estudios que se tengan protocolizados, y explicar que los rasgos psicológicos pueden exacerbar los problemas somáticos, si los hubiera.

Y en cuanto al adolescente, si nos hemos ganado su confianza, que es todo un arte, explicarle las relaciones que hay entre la mente, el cerebro, y el cuerpo, con ejemplos simples como la taquicardia cuando tenemos un examen, o el dolor de tripa cuando estamos nerviosos. Y una vez que hayamos repasado con él todas las pruebas realizadas para comprobar que no se ha encontrado nada que justifique otro diagnóstico que el de somatizaciones, ayudarle a afrontar las cosas de cada día y dejar abierta la consulta siempre que lo desee, solo o acompañado, según la edad.

¿Cuándo derivar a otro especialista?

La práctica médica muchas veces es interdisciplinar. Necesitamos consultar con otros especialistas que nos ayuden a entender la situación clínica. ¿En qué situaciones sería recomendable tomar esta actitud?

  • Cuando las molestias producen absentismo escolar muy marcado.
  • Cuando existe una dinámica familiar muy deteriorada que obligue a otros tratamientos.
  • Si no hubiera una confianza con el médico.
  • En situaciones de ansiedad o depresión invalidantes.

 

Bibliografía

  1. Ansiedad y trastornos psicosomáticos en niños y adolescentes. https://www.youtube.com/watch?v=87KvZPMdRls.
  2. Trastorno de síntomas somáticos. https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/somatic-symptom-disorder/symptoms-causes/syc-20377776.
  3. Salud emociónal de los adolescentes. http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/Guia_Padres.pdf.

 

 

 


“Mi hijo roba…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 

En alguna ocasión, los padres nos han consultado, sin que estuviera delante el hijo, que han observado que su hijo les roba dinero y lo niega. Aparentemente no hay nada que nos llame la atención de ese chico en la historia clínica que tenemos en el ordenador. Lógicamente, están preocupados y nos sugieren consulta con salud mental.

Lo primero que nos viene a la cabeza es que queremos saber algo más: ¿desde cuándo?, ¿dónde (en casa, colegio o trabajo)?, ¿alguien más se ha quejado?, ¿cambios en el estilo de vida del chico o chica?, ¿resultados escolares?, ¿estilo de vida que suele llevar el adolescente?, ¿a qué se dedica durante su tiempo libre?, y muchas más: tipos de amigos, costumbres sociales, relación con los padres y con los hermanos si los hubiera, estado de ánimo, estilo educativo familiar, dinero que gasta, si tiene afición a compras exageradas, modas o aparatos de nuevas tecnologías… Se trata de buscar relación entre esas respuestas y el coger dinero (la palabra robar nos suena a delictiva y no la usamos, porque interpretamos que el motivo de consulta se puede clasificar más como una conducta no deseable que como un supuesto penal).

Lo segundo que nos llama la atención es que miente. Ambas conductas suelen ir unidas y suelen tener las mismas explicaciones, y casi siempre las mismas correcciones.

Casi todos los adolescentes han cometido este tipo de faltas. El problema es cuando se repiten. Coger lo que no es de uno y mentir suelen ser conductas relacionadas con la psicología del adolescente, su necesidad de encontrar un lugar social y familiar. Por tanto, la mejor actitud es no dramatizar, e intentar comprender que actúan así por diversas razones: demostrar su astucia, su inteligencia, su afán de transgresión y riesgo; demostrar ante sus iguales su “valentía” y con ello ganar popularidad y admiración para suplir su baja autoestima…

Se trata de una conducta desadaptada, inmoral y casi delictiva, puntual o escasamente repetida y, desde luego, diferenciada de la cleptomanía o afán compulsivo de poseer, coger o retener lo que no es tuyo. En el primer caso, se puede reconducir mediante técnicas pedagógicas, y en el segundo, se trata de un trastorno mental.

En las sociedades industriales y de consumo, el deseo de tener y poseer más de lo que se tiene es muy potente, sobre todo en adolescentes. Y más aún si no están educados en la tolerancia a la frustración y no saben conformarse con lo que tienen.

En estas situaciones, los padres se preguntan ¿Qué hemos hecho mal? ¿Dónde lo habrá aprendido, si siempre le hemos dado lo que necesitaba? O lo que es peor, se culpan por no haberle enseñado mejores hábitos.

El desarrollo moral, es el proceso educativo que desde los primeros años está orientado a la adaptación y aprendizaje de normas y convenciones sociales. La familia es la clave en la educación en valores. Los valores morales se aprenden en casa. Los hijos observan a los padres, y perciben la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. A partir de los siete años, en el niño se produce un desarrollo cognitivo que permite la toma de conciencia de los actos y su valoración moral (Piaget y Kohlberg). Después viene la escuela, donde se refuerzan estos mensajes. En la adolescencia aparecen los amigos, el barrio y el microambiente social. Se trata de educar en los valores de respeto y sinceridad como factores internos que estimulen estilos de vida y actitudes positivas.

Cuando educamos, pretendemos ayudar a los hijos a tener salud, ser felices, confiados y seguros de sí mismos y a aceptar a los otros con su dignidad y derecho a ser respetados, porque de ese modo también se respetarán a sí mismos.

Cuando llega la adolescencia, se experimenta más profundamente el comportamiento fuera del control de los padres y los hijos se ven sometidos a influencias externas, en una sociedad que les hiperestimula, y que a través de los medios y la publicidad no les educa, y tampoco a través del ejemplo de figuras significativas, y que son objeto de su admiración por la fama, la popularidad o la moda, y con las que se identifican.

¿Qué hacer?

Lo primero, es mantener una actitud dialogante y comunicativa, que permita transmitir el afecto y la preocupación por las consecuencias de sus actos, ya que los padres son responsables subsidiarios de ellos, sobre todo tratándose de menores de 18 años. Hay que expresar directamente nuestro deseo de que no les pase nada, y no hay que ocultarles que los padres tenemos miedo de lo que les pueda ocurrir, o a nosotros mismos, dada nuestra responsabilidad indirecta como padres.

Dentro de esta expresión de preocupación, es muy importante evitar juzgar, insultar y descalificar. Todas estas actitudes rompen los mensajes pedagógicos (“¡eres un ladrón!”, “así nunca llegarás a nada!”…). Para ello, hay que buscar el mejor momento y el mejor lugar para mantener un diálogo sereno. A veces no es fácil para algunos temperamentos paternos.

Luego, hacerles comprender la magnitud del problema, y cómo afecta a su vida familiar, escolar y social. La mayoría de las veces, se trata de problemas derivados de la inmadurez cognitiva y la incapacidad para valorar las consecuencias. Se trata de ayudar al joven a entender que estamos ante conductas que pueden ser constitutivas de delito y por lo tanto, penadas por la justicia. A veces esa simple reflexión sirve para que nuestros hijos tomen conciencia de la gravedad de algunas conductas.

Lo siguiente que podemos hacer es interesarnos por sus motivos o por sus necesidades, para ver si se puede tomar alguna medida que se nos haya pasado por alto. No es raro que a partir de estas situaciones los padres reconozcan el poco conocimiento que tienen de las circunstancias de los hijos, y agradezcan que debido a esta situación se hayan dado cuenta de más cosas.

Cuando preguntamos directamente por qué coge lo que no es suyo, y qué persigue, nos acercamos a conocer el alma de nuestro hijo adolescente. Es un buen ejercicio para los padres recordar su propia adolescencia, que les enfrenta a aquellas “situaciones” que nunca fueron resueltas bien. Esta actitud, rodeada del cariño y la ternura que nunca debe faltar en las relaciones familiares, ayuda mucho a unos y a otros.

El respeto y la sinceridad son valores universales que hay que aprender, y que constituyen fuente de motivación y emociones positivas que ayudan a sentirse bien y ser más felices. Hablar de ello y practicarlo aumenta la autoestima. Por el contrario, hablar de haber molestado o faltado al respeto a alguien, nos hace sentir mal.

Otro elemento importante que se debe mencionar es la pérdida de la confianza, que se produce cuando sentimos en la familia que hay una falta de respeto por nuestros bienes. Esto hay que unirlo, de alguna manera, a la idea de que él ocupa un lugar muy importante dentro de la familia y que ésta sin él (o ella) no sería lo mismo.

Debemos, y esto también es importante, respetar la confidencialidad del asunto, para proteger su dignidad y prestigio social o familiar. No hacerle pasar vergüenza, no humillarle, es más eficaz que insistir sobre las consecuencias sociales de su comportamiento, como demuestra la experiencia.

A veces estas conductas hacen aflorar otros problemas. Entonces, si además los robos, las faltas y las mentiras se repiten, ha llegado el momento de consultar a los servicios de salud mental, porque puede haber en el fondo problemas psicopatológicos más complejos (baja autoestima, inseguridad, escasas habilidades sociales, mala adaptación social, deseos de poseer para ganar aprecio y valoración…).

 

Bibliografía

1.- https://es.aleteia.org/2017/05/25/mi-hijo-roba-que-puedo-hacer/

2.- https://www.euroresidentes.com/estilo-de-vida/adolescentes/adolescentes-que-roban

3.- www.aacap.org https://www.aacap.org/aacap/families_and_youth/facts_for_families/facts_for_families_pages/spanish/Los_Ninos_que_Roban_12.aspx

 
 

 
 

“Mis hijos no hacen más que pegarse…”


L. Rodríguez Molinero.
Pediatra Acreditado en Medicina de la Adolescencia por la AEP. Hospital Campo Grande. Valladolid.

 
 

“Mis hijos no hacen más que pegarse…”

Las peleas de los hijos alteran mucho la paz familiar, y más cuando son adolescentes, ya que a mayor edad, más fuerza física, más impulsividad y más agresividad.

En primer lugar, hay que decir que si se pelean es porque hay hermanos, lo cual ya es un valor. Nuestra demografía está por los suelos: el 30% de las familias tienen hijos únicos, y el índice de fecundidad es de 1,3 hijos por mujer. Es cierto que tener hermanos tiene ventajas e inconvenientes, pero en el cómputo total predominan las ventajas, y la mayoría reconoce que aumenta el valor de la familia. Tener hermanos es una suerte, porque se quieren, se ayudan, se educan, se acompañan y…se pelean.

Cualquier problema de la familia hay que entenderlo en el contexto de los estilos educativos que ejerza. No es lo mismo un estilo autoritario que uno permisivo, o sobreprotector o asertivo-democrático. Cada estilo facilitará el crecimiento físico, emocional y moral de diferente manera. Conviene recordar que los adolescentes desean ser cada vez más autónomos, y sentirse libres. Cualquier obstáculo en este sentido puede terminar mal.

Los aprendizajes sociales primeros los hacemos en la familia. Y éstos se adquieren de muchas formas, pero una de ellas es por simple observación, por modelaje. Nuestros hijos nos observan e imitan, de forma que muchas peleas son la forma que ellos han aprendido de lo que ven, perciben o imaginan simbólicamente en la familia.

Hay muchas razones por las que los hermanos se pelean. La primera es porque la agresividad la llevamos en nuestro ADN. Gracias a ella la Humanidad ha sabido superar las adversidades. A partir del nacimiento, la socialización modula la agresividad para adaptarla a las formas educativas y sociales. Otra razón es porque en el hogar se comparten muchas cosas, el dormitorio, el baño, el salón, la cocina… y el afecto de los padres. Compartir no es fácil: exige generosidad, y mucha empatía y asertividad. Los padres dicen que se “pelean por tonterías”, y es verdad. Los roces más insignificantes no pocas veces suponen el inicio de una pelea.

Caso aparte merecen los celos. “Los celos son una emoción universal cuyo sentido es alertarnos si percibimos que alguien que queremos está teniendo conductas que ponen en riesgo nuestro interés o vínculo con alguien”. (López, 2019). Los celos pueden sernos muy útiles. Nos alertan de situaciones. Pero la interpretación de los celos de forma equivocada puede llevar a conductas agresivas. Esta concepción de los celos es un error de la socialización, de la ética y de la personalidad. El mejor modo de integrar los celos es hablar con el hermano. Es aquí cuando hay que poner en práctica las habilidades sociales que la familia debe tener presente en el programa tácito de la educación en el hogar. No hay porqué sentir culpa por tener celos, pero el mal uso de ellos sí puede ser relevante. Los adolescentes celosos suelen ser impulsivos, y controlan más difícilmente sus emociones, provocando escenas agresivas que alteran la convivencia seriamente.

¿Qué hacer?

Cuando aparecen conflictos en la familia, y las peleas lo son, los padres siempre se preguntan porqué pasa esto. Desean poner solución, y volver a la calma familiar. Es una oportunidad para repasar la dinámica familiar, examinar si los estilos educativos son una explicación para comprender lo que sucede. Algunas propuestas pueden ser de utilidad:

  • Mantener la calma y la educación en las formas. Los gritos o acusaciones no llevan a nada bueno. Tener paciencia, mucha paciencia.
  • Evitar comparaciones y competitividad entre hermanos. Cada uno tiene una forma de reaccionar, y una personalidad que hay que admitir, aunque nos guste más uno que otro. No hay dos hijos iguales. Los padres somos incondicionales. Recordad que les queréis.
  • No manifestar preferencias. Ésto suele ser motivo de celos que desembocan en reacciones emocionales difíciles de controlar. Reconocer errores forma parte de los aprendizajes que hacemos los padres a los hijos.
  • Los adolescentes no son niños, en cuya educación la autoridad y la obediencia son básicos.
    Ellos necesitan manifestar empatía, y también recibirla, de manera que se modulen sus emociones, y en consecuencia, aprendan a negociar. Necesitan percibir justicia familiar. Se recomienda hablar por separado con cada uno, y llegar a conocer sus razones, aunque “en caliente” no es fácil reconocerlas. Posteriormente, los padres, como mediadores, deben facilitar la reconciliación.
  • Mantener una comunicación lo más fluida y relajada posible. Una actitud conciliadora por parte de los padres lleva consigo la práctica de la empatía y la asertividad, valores que deben aprenderse siempre, y que servirán para afrontar otros conflictos extrafamiliares con más éxito. Saber pedir disculpas y saber disculpar son otros de los valores que se deben aprender.
  • Con adolescentes de temperamento impulsivo, se imponen ejercicios de habilidades sociales. Es en la familia donde mejor se aprende el control de la conducta.
  • Las manifestaciones de amor y ternura bien repartidas son bienvenidas cuando hay celos o malentendidos. Son una forma de dar a entender nuestra postura afectiva a los hijos.
  • Buscar tiempo y espacios de entendimiento y diversión en familia. Tener sentido del humor es una buena cualidad.
  • Crear normas para el uso del espacio doméstico y los objetos de uso (TV, ordenador, tablets, cd, etc) y que éstas se respeten. Es una forma de evitar “las tonterías” desencadenantes de las peleas.
  • No culpabilizar. A pesar que haya unas causas conocidas y unos factores desencadenantes, es bueno no culpabilizar, y reconocer los motivos de cada uno. Es una buena manera de crear un ambiente propicio de paz que apacigüe los ánimos.

Si estos consejos no dan resultado, siempre está el especialista al que se debe acudir para resolver cualquier duda o consulta.

 

Bibliografía

1. Relaciones entre hermanos y su impacto en el desarrollo de los niños. http://www.enciclopedia-infantes.com/relaciones-entre-pares/segun-los-expertos/las-relaciones-entre-hermanos-y-su-impacto-en-el

2. Adolescentes y la rivalidad entre hermanos. http://tuadolescente.com/adolescentes-rivalidad-con-los-hermanos/